Se acerca la undécima edición del festival Corona Capital. La experiencia musical de muchas personas parece estar volviendo a algún tipo de orden natural que había sido irrumpido por la situación pandémica desde el mes de marzo de 2020. Para quienes gozamos de ir a eventos masivos de música en vivo como festivales y conciertos, estos últimos diecinueve meses han sido, por lo menos, un proceso raro que sólo sucedía a través de pantallas con setlists pregrabados, livestreams con los artistas desde sus casas o en reprogramaciones de conciertos pasados. También, desde lo tangible, en mayor o menor medida, se llegó a dar la posibilidad de eventos pequeñísimos, conciertos en automóvil algo ineficientes y con gallineros de metal que nos mantenían lejos nuestro artista favorito.
Todo parecía querer resolver la ausencia, pero el problema es que quizá la música en vivo simplemente no puede darse en un contexto de confinamiento, al menos no al nivel en la que se experimenta cuando pensamos en un evento masivo. Las giras se fueron posponiendo, primero al 2021, y después, cuando el mundo no encontraba una salida que no fuera relativamente lenta con los procesos de vacunación y reinserción a la vida social y laboral, al próximo 2022. Otras, de plano, fueron canceladas por completo. Ésta ha sido probablemente la mejor decisión de algunos artistas.
No nos quedaba más que esperar a que nuestros favoritos movieran sus fechas; algunos lo hicieron pero no fue el caso con todos. Las fechas en Latinoamérica para el Love on Tour de Harry Styles siguen siendo nombradas desde una especie de limbo porque aún no han sido agendadas de nuevo: pasó el tres de octubre (fecha programada para el concierto) sin más; el tour empezó en Estados Unidos, con toda la energía que habría tenido sin una pandemia en el camino, pero con una alegría distinta que apuntaba a la alegría de volver. Aquí todavía no podemos contar la misma historia. Al menos no con Harry, ni con muchos otros artistas.
Sin embargo, poco a poco las cosas se van pintando de tonalidades distintas, la música ya empieza a turbar los oídos como si nos hubiese tocado estar en la primera fila del recinto, justo debajo de las bocinas. De alguna forma, hacer alusión a una experiencia que generalmente es negativa se ha vuelto un suspiro, porque sabemos que cada día estamos más cerca de vivir la música en vivo como la añoramos, como siempre la hemos conocido; o eso podríamos pensar, porque es evidente que 19 meses de pandemia nos van a cambiar la vida de una forma u otra. Volver a los campos verdes, pistas y gradas no va a ser igual jamás.
Hoy, con el Corona Capital, el primer evento masivo de música en vivo de la Ciudad de México, nos preguntamos ¿Qué significa volver a las andanzas? Para muchas personas, seguramente nada, los efectos de la música en vivo no se viven de la misma manera en todos los cuerpos. Hay quienes prefieren quedarse con lo que suena en sus bocinas o audífonos. Pero pensando en quienes encuentran el entusiasmo cuando las luces se apagan: es difícil poner en palabras lo que los conciertos en vivo significan o, más bien, cómo se experimentan. Simplemente, hay un trance que interconecta las vivencias de tu pasado y cada uno de tus sentires con las del resto del público y las del artista.
Aun cuando los gritos puedan ser disonantes al venir de miles de personas, un concierto implica el unísono sensorial. Hace varios años, sin noción de lo que nos haría vivir la ausencia, Dave Grohl (vocalista de Foo Fighters) lo explicó, diciendo que una de las grandes cosas de la música era el cantarle una canción al mundo por una razón y que, como eco, la canción regresara a ti con millones de significados añadidos. Así se vive la música en vivo. Es un espacio de correspondencia donde siempre se descubren cosas que no experimentamos en la vida cotidiana. Por más que ir a conciertos, o dar conciertos, pueda ser parte de nuestro día a día, cada experiencia es completamente diferente, así interpretes las mismas canciones, en el mismo orden, durante todo un año de tu vida; cada lugar, cada público es algo ajeno a todos los demás, y se experimenta a partir de esa diferencia.
Entonces, el Corona Capital, con su line up reducido y seguramente difícil de agendar, se presenta en estos momentos heroicamente como el regreso de una experiencia única. El inicio de algo nuevo que pretende vivirse tal y como se había vivido a la música en vivo por años y años, y que, sin embargo, no deja de generar una expectativa enmarcada por todo lo ocurrido en los meses anteriores. Hay miedos de por medio, desde el temor lógico a los contagios y el contacto masivo de seres humanos, hasta los que llegan por la ausencia, o sea, la duda de si será lo mismo, de si se sentirá igual e incluso, qué se sentirá.
Hemos olvidado las sensaciones descritas en los párrafos anteriores; nunca va a ser lo mismo pasar cada semana viendo a All Time Low tocar cinco setlists distintos en un lapso de dos meses desde la pantalla de la computadora, a verlos en primera fila entre amistades una noche de viernes en el Plaza Condesa. Por más deep cuts que hayan tocado en sus cinco conciertos pregrabados, nunca será lo mismo. Porque, en ese caso, el oído y la mirada son ajenos, en tanto que han sido establecidos por quien editó el video. En cambio, cuando se trata de un concierto completamente en vivo, todo el cuerpo se trastoca en lo musical, lo comunitario y lo empírico.
Aunque la respuesta de la duda vaya a aparecer de forma casi natural mientras se acerque la hora de la presentación en el festival, es aterrador pensar en la posibilidad de que se pierda el amor por escuchar a una de tus bandas favoritas en vivo, o que, estando ahí entre tanta gente, el pánico se lleve las energías de toda la emoción hasta correr en dirección contraria al escenario. La pesadilla puede hacer una aparición de último momento, y aunque sea oportuno mantenerse optimista al pasar un buen rato y corear canciones, es difícil no considerar todas las posibilidades funestas en el horizonte.
Así, el Corona Capital pasa a ser también un salto temerario por un aro en llamas, un camino apresurado por la cuerda floja entre las angustias postconfinamiento. No obstante, era imposible no emocionarse al ver el anuncio del festival nuevamente en redes sociales: no pude evitar su asociación con el regreso a la vida. Parecía que llegaba el final del encierro: no habría más meses en aislamiento musical.
Quién sabe qué depara el año siguiente en cuanto a música en vivo, más allá de un extraño Vive Latino, conciertos de Coldplay y otros eventos por allí. No sabemos si finalmente el Love on Tour consiga su cometido de pisar tierras latinoamericanas en algún punto. Es probable que Harry Styles sólo regrese cuando ya se haya materializado un álbum más en su arsenal, del cual no sabemos nada al día de hoy. Por más seguridad que parezca brindar un Corona Capital y sus momentáneas inquietudes, nada termina por estar completamente asegurado.
Si algo logró hacer el confinamiento para el mundo de la música, lejos de despojarnos de la experiencia de un concierto, fue traer al mundo montones de grandiosos álbumes que escuchar y compartir desde nuestras casas. Canciones específicas nos llevaron al exterior a través de la metáfora, las historias y la sonoridad. A pesar de ya vivir, al menos desde hace medio año, relativamente más abiertxs al mundo exterior (gracias al inicio del protocolo de vacunación), las canciones que nos han acompañado en este tiempo parecen seguir dándonos un espacio de introspección en el contexto del confinamiento. Será interesante, también, escuchar estas canciones desde la distancia, dejar que nos hablen del pasado, de nuestras experiencias en los últimos meses, ayudándonos a dar el siguiente paso en la vida.
La música de este tiempo, tocada en vivo, se volverá una pieza clave para recordar tanto nuestras vivencias de encierro, como las del regreso a la música en vivo.
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