Me parece que, colectivamente, estamos pasando por una etapa llena de experiencias marcadas por el “después de un año sin _____”. El día de hoy, le quiero compartir a usted, lector, desde la comodidad de su dispositivo, mi regreso a la práctica musical “en serio”, después de un año teniendo puras prácticas “a medias”. Hace unos meses, los astros –y mis esfuerzos, claro que sí– se alinearon, y se me presentó la oportunidad de participar, no en uno, sino en DOS festivales de música fuera de la tóxica ciudad gris que, además, serían los primeros a los que asistiría en mi corta vida y carrera. El primero, en Morelia, fue parte del Pre-Festival de Música de Morelia, para el cual participé en la orquesta (Sinfonietta) con compañerxs músicxs de todo el país; después me fui a Teotitlán del Valle (preciosa comunidad en Oaxaca) al Festival Internacional de Cuerdas SA' Oaxaca, que es de cuerdas y música de cámara. Los dos fueron experiencias muy distintas, cada uno con sus encantos, en cada uno formé un grupo de amigxs muy diferente, y los dos mantendrán un lugar muy especial en mis recuerdos.
Ahora, un mes después, estoy de regreso en la ciudad gris y en la realidad –porque, de verdad, todo se sintió como un sueño… ¿sí pasó?–. No exagero cuando digo que soy una persona distinta a la que se fue en junio con la cabeza llena de dudas e inseguridades que, aunque genuinas en ese momento, ahora las siento lejanas y absurdas. Al día de hoy, mi corazón se siente lleno, mis ojos siguen brillando con felicidad y cada vez que una memoria, por muy pequeña que sea, invade mi mente, siento un nudo en la garganta; espero que nada de esto se apague. Mientras tanto, me tomo la libertad de compartirles algunos de los conocimientos que obtuve en este mágico lapso de mi vida; no pretendo descubrir el hilo negro de esta experiencia ni nada por el estilo, ya que las reflexiones que tuve surgieron de conocimientos compartidos, vivencias entremezcladas. Sólo espero que, a través de estas palabras, logre usted, lector, percibir al menos una fracción de todo lo que en este momento sigo sintiendo (probablemente junto con las personas con las que conviví en este mes): quiero inmortalizar mis sensaciones, para eso escribo.
El cuerpo humano está hecho para ser llevado al límite (tú decides dónde está ese límite)
La música tiene poderes regenerativos.
Teoría confirmada: la energía se contagia
Las barreras las construye el ego
La música, como probablemente todo, debería trascender el género.
¿Existe el amor genuino? Existe el amor genuino:
Infinitas formas de amar
Infinitas formas de conectar
de sentir
La familia no sólo es la biológica
He decidido confiar en mis entrañas.
Qué precioso compartir y vulnerarse [a través de la música] frente a las personas dispuestas a recibirlo
La música es un fenómeno social
(¡y todo lo social es político!)
Aunque tal vez ahora toque regresar al encierro y a la práctica musical aislada, mantengo el sentimiento fresco; intentaré no olvidar la sensación de compartir la música, de recibir y reflejar la motivación de mis compañerxs por ser mejores personas y músicxs. Todo lo que aprendí en ese increíble mes de festivales (los primeros de muchos, espero) permanecerá en mi memoria y en mi forma de vivir la música de ahora en adelante, y espero a lo largo de mi carrera poder ir acumulando tantos conocimientos y aprendizajes como me sea posible.
Por ahora, sólo me queda enfatizar en la importancia de que existan este tipo de eventos, en los que nos juntamos sin otra intención que la de vincular, hacer música y crear familia, para recordar por qué hacemos lo que hacemos (que a veces se vuelve complicado en la realidad actual). Mientras sigan existiendo estos eventos (y mientras yo pueda seguir asistiendo a los mismos) tenga usted por seguro, estimadx lector, que seguiré compartiendo mis experiencias con la única intención de emocionarle tanto como yo lo estuve.
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