Después de esos tortuosos años de pandemia en los que las salidas estaban prohibidas y el entretenimiento dependía de una pantalla y del buen internet, al fin podemos decir que las cosas están volviendo a la “normalidad”. El reflejo más evidente de esto ha sido la oleada masiva de conciertos y festivales que ha inundado el país. Anuncio tras anuncio, preventas agotadas y coberturas completas en las stories de Instagram muestran lo mucho que se está celebrando la vida en estos momentos. Y si bien esto es razón suficiente para festejar, existe un tercer elemento que se ha unido a la locura de este año: el teatro musical.
Hoy en día todxs queremos salir a donde sea y, a pesar de eso, el teatro musical ha sido una forma de entretenimiento muy castigada en nuestro país. Desde mi punto de vista, esto ha sucedido por dos razones principales. En primer lugar, el hecho de que la mayoría de las compañías y las sedes se encuentren en la CDMX limita al público y lo centraliza. Por otro lado —y esto es lo verdaderamente grave— tenemos poca cultura teatral como actividad de ocio y entretenimiento recurrente (a diferencia de los conciertos y festivales musicales).
¿Por qué digo esto? Les comparto un poco de contexto: desde hace tres años, produzco el podcast más importante de teatro que hay en el país, El Aquelarre. En él, han participado una amplia variedad de actores, directores, stage managers, músicos y productores que han compartido un poco de su trabajo, así como de su perspectiva sobre el teatro en México.
Muchos de estos invitados son importantes figuras en el teatro musical en nuestro país. Un poco del insight que han compartido en el programa va en relación con las ocasiones en las que los teatros no cuentan con una asistencia ideal, por lo que no hay un retorno de inversión que mantenga la obra en cartelera por mucho tiempo. En varias ocasiones, esto lleva a que la temporada de una obra deba terminar a las pocas semanas de haberse inaugurado. Asímismo, fuera del quorum ideal, también ha comentado en más de una ocasión lo complicado que es promover una cultura teatral que está, en su mayoría, centralizada en la capital. Aún cuando algunas producciones tienen giras en ciertos estados, no es suficiente.
En el caso específico del teatro musical, se vuelve muy complicado visibilizar la gama de opciones por dos razones. Por un lado, está la “fama” que se ha ganado el teatro musical de ser ridículo en su narrativa, al cantar todo lo que va sucediendo en la obra. En El Aquelarre, se ha hablado en más de una ocasión cómo el teatro musical se piensa como si todos fueran como West Side Story. Pero no es así.
Por el otro lado, tenemos el aspecto competitivo, lo cual se vuelve injusto con producciones que deben competir en ventas contra Ocesa, un gigante en el mundo del entretenimiento. Las producciones comerciales a veces forman parte de esta empresa, garantizando publicidad y ventas inigualables. Pero cuando no es así, ni nos enteramos, ni nos suele interesar. Siempre estamos al tanto de los estrenos de El Rey León, Chicago o Wicked; pero cuando nos hablan de The Prom, Urinetown o Sorpresas ¡A-MÉN!, pues se lo dejamos mejor a “los que sí saben del tema”.
En específico, el caso de The Prom es muy sonado en el medio por la maravilla de producción que resultó ser, pero lo poco que duró su temporada porque tenía que competir en venta contra Aladdin y José El Soñador. La historia era bellísima, la música era muy contagios y los personajes entrañables. Ultimadamente, la obra cerró en contra de la voluntad de muchos fans y actores involucrados. Hoy en día apenas está llegando a otras personas por la gira en Querétaro y Guadalajara, pero ya no hay funciones en CDMX. Las actrices que protagonizaban The Prom entraron a otros proyectos, y ahora se vuelve cada vez más lejana la posibilidad de volver a ver una temporada de este gran musical.
El acaparamiento publicitario de las grandes producciones colabora en el empobrecimiento de la cultura teatral. Si no es Aladdin, o Disney en general, no causa el mismo interés. ¿Y quién trae las producciones de Disney? Ocesa. Esta injusta competencia también ha sido nutrida por la idea de que un musical no tan popular es sólo para conocedores, para quienes lo estudian o lo practican, porque sólo ese grupo lo entendería. Permítanme decirles que no es así. Si bien en México no tenemos Broadway ni West End, me atrevo a decir que tenemos teatro musical de calidad y espacios increíbles para difundirlo.
Poca gente lo sabrá, pero hay teatro musical para todos los gustos y de todo tipo de tramas, que no necesariamente exigen la especialización en la materia para disfrutarlas. Hay historias tristes como también las hay felices; hay obras de ficción y otras basadas en sucesos reales: todas son igual de disfrutables que un concierto o un festival. Esta era de nuestro México mágico y musical es real y hay que aprovecharla.
Hay grandes obras que tienen el poder de cambiar la rutina de fin de semana. Claro, está Aladdin, y no les diré que no vayan a verla, pero… ¿qué más podemos encontrar en cartelera de teatro musical para ver en la ciudad? Hay innovaciones de primera como Siete Veces Adiós, una obra mexicana hecha con todas las historias de amor y desamor que conocemos. Una verdadera joya que aunque ahora está pasando por el éxito en taquilla, está dando apenas el primer paso hacia la visibilización de nuevas propuestas que salen de lo habitual. Si no buscan salir con el corazón estrujado, entonces la mejor opción es Sorpresas ¡A-MÉN!, una comedia basada en la obra de Broadway Nuances con un talento vocal y actoral que garantiza muchas risas para toda la familia.
Si buscan algo con un poco más de drama y canciones viejitas para cantar, Mentiras regresó después de mucha controversia y adaptaciones. Las canciones de los 80 que enamoraron al público desde hace años han vuelto con un elenco más joven y una escenografía que les volará la cabeza. Ahora bien, si buscan algo que les demuestre lo variado y diferente que puede ser el teatro musical, les recomiendo ampliamente Urinetown, una intrigante distopia que los hará reconsiderar la situación actual con el medio ambiente a nivel mundial.
Si tienen ganas de no darle muchas vueltas a una enseñnza profunda y solo quieren distraerse de la rutina, GRINDER El Musical es la opción. Así como el título de la famosa aplicación de citas en línea, pero con un toque comédico y musical. Pero si lo que buscan es algo más familiar, Disney Myst es una experiencia maravillosa para todas las edades, con un ambiente muy entretenido acompañado de nuestras canciones favoritas de Disney.
Para que el teatro musical llegue a ser tan celebrado y comentado como un concierto, hay que tener disposición. Porque cualquier pretexto es bueno, pero resulta que hasta la mayoría de las entradas para un musical son, por mucho, más económicas que cualquier concierto o festival del país. Aclaro, las obras de Ocesa sí pueden elevarse en costo, pero el resto de las producciones son totalmente asequibles y, en su mayoría, garantizan el entretenimiento. Sólo hace falta darle la oportunidad a algo diferente.
En esta era mágica y musical, ¿con qué obra te atreverás a romper la rutina?
Comments