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Nuestros álbumes favoritos de julio


Maggie Rogers - Surrender

Para su segundo álbum de estudio, Maggie Rogers, quien ya había llegado con fuerza a los oídos de todxs en 2019, da un salto gigantesco que le posiciona (otra vez) entre los favoritos del año. Luego de ser parte de un taller de escritura impulsado por Brandi Carlile, y probablemente Joni Mitchell, la lírica de Rogers en Surrender se vuelve el punto central de la atención; siguiéndole el juego al nombre del álbum, las canciones presentadas aparecen como un listado de las más transparentes metodologías para el deseo, la resiliencia y un intento consciente por transitar el mundo que nos acoge, a veces con hostilidad. “Horses”, “Want Want'' y “Anywhere With You” aparecen como los mejores momentos del álbum pero “Shatter” se vuelve la canción a escuchar. Hasta ahora Surrender, con sus letras y su sonido energético a distintos niveles, es de los pocos álbumes del año con los que la conexión se transporta a lo sensorial y corpóreo. Es al mismo tiempo una experiencia un tanto incómoda como catártica que parece obligarnos a por lo menos, pensar en sanar. — Er Yáñez


Wormrot - Hiss

El rostro de una mujer emerge de agua turbia en la portada del cuarto álbum de Wormrot; la única compañía de su empapada cabellera negra y ojos determinados son unas cuantas burbujas en la superficie. El primer sonido que emite Hiss, tras unos instantes de ominoso silencio, también es un burbujeo calmo. En ambos casos, las burbujas son un portento del desastre, una fuerza desenfrenada a punto de atacar. La música de Wormrot siempre ha sido extremadamente agresiva y apabullante, pero en Hiss han alcanzado un nivel de violencia sonora todavía más impresionante; la dupla instrumental de Rasyid (guitarras, bajo) y Vijesh (batería) suenan imposiblemente sincronizados mientras ejecutan pasajes de complejidad e intensidad rítmica, como un solo ente. Por encima de sus riffs y blast-beats, Arif entrega el desempeño vocal más impresionante de toda su carrera, con un arsenal vocal envidiable que blande con control caótico: mediante gritos agudos, alaridos graves, ladridos, grunts, una voz cantada lamentosa y murmullos desconcertantes, transmite transmite enojo, dolor y desesperanza. A medida que el cierre del álbum, “Glass Shards”, llega a su fin, con un violín chillante que se desvanece y un acorde y golpe de batería finales que resuenan en la nada, el burbujeo regresa para señalar que el acto se ha cometido: la ultraviolencia se ha cometido. — Mathias Ball Escamilla

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