How can you call yourself an artist and not reflect the times?
Nina Simone
Desde 1976, febrero es, en Estados Unidos y Canadá, el mes de la historia negra. Esta iniciativa fue idea del historiador Carter G. Woodson, quien en 1915 propuso una semana (Negro History Week) para conmemorar, honrar y celebrar la innegable importancia de la herencia y las contribuciones históricas y culturales que la diáspora africana ha dejado en otros continentes. El evento después se extendió a todo el mes.
Sin embargo, es difícil separar esa rica historia de la injusticia y la violencia que su gente ha sufrido. Aun así, quiero destacar que la trayectoria de los y las descendientes de África es también una historia de resiliencia y rebelión. Por este motivo, vale la pena recordar que uno de los lugares más importantes desde los cuales se ha gestado la resistencia es la música. Quiero comenzar con el devenir del blues y su papel dentro de la lucha por los derechos de las personas negras; principalmente, porque las demás manifestaciones de música afroamericana moderna (sea jazz, R&B, rapo el mismo rock’n roll)son derivaciones de este género.
El blues como género musical tiene su origen en territorio norteamericano en las canciones de trabajo (work songs) y los gritos de campo (hollers) que las personas esclavizadas cantaban durante las largas jornadas en las plantaciones de algodón o tabaco en los estados del sur de Estados Unidos. Sin embargo, estas manifestaciones musicales eran distintas; las canciones de trabajo eran alegres, con ritmos definidos, se cantaban a capela, y normalmente tenían un patrón de llamada y respuesta: las frases de una voz eran contestada por otra con una frase distinta, y así consecutivamente, con lo cual construían un diálogo musical. Por su parte, los hollers solían ser tristes y con un tono melancólico, pues los interpretaba un solo cantante. Probablemente, esta mezcla de emociones, ritmos y melodías dio paso al sonido agridulce del blues.
Esta dinámica musical puede rastrearse, no de manera sorpresiva, hasta África occidental, entre los ríos Senegal y Gambia, de donde eran originarios gran mayoría de los esclavos que llegaron a Estados Unidos entre los siglos xvii y xix. La vida de estas personas estaba acompañada constantemente de música, al grado que adquiría un carácter espiritual. En fiestas, bodas, funerales y todo tipo de eventos importantes, estaba siempre presente la música como un elemento cuasi místico que les permitía exaltar o sobrellevar el momento. Después, en América, la música sirvió como refugio para los africanos que fueron esclavizados por los imperios colonizadores.
El musicólogo Ulrik Voglsten considera que la expresión humana a través de la música es una forma natural de crear sociedad [1]. Por ello, es más que evidente que los afroamericanos hayan recurrido a la música como una manera de lidiar con la deshumanización de la esclavitud. No es tampoco casualidad que las primeras y más importantes escenas del blues en Estados Unidos hayan ocurrido en zonas sureñas, como el Delta Blues, que toma su nombre de la región del Delta del río Mississipi y que es considerada la cuna de este género; o el Louisiana Blues, de ritmos más lentos y sonidos más sobrios; o en ciudades donde la población negra es, hasta el día de hoy, mayoría, como en Detroit (80.38 %) o Memphis (63.34 %).
Si bien la fecha de nacimiento del bluesno está clara, la mayoría de las crónicas apuntan a que habría surgido en los primeros años del siglo XX; a raíz de esto, el jazz no tardaría mucho en surgir. Después de la Guerra Civil (1861-1865) y la abolición de la esclavitud, muchos afroamericanos comenzaron a llegar a estados del norte y llevaron consigo sus canciones, lo que derivó en nuevas manifestaciones, como el Chicago Bluesy el New York Blues. Sin embargo, la sociedad blanca de esas ciudades no aceptó completamente a los nuevos migrantes y la “música africana” fue considerada vulgar e impropia para las juventudes blancas. La población africana, una vez más marginada, tenía que refugiarse en sus canciones. Lamentablemente, con el nuevo siglo también llegó la época de la segregación.
Durante el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, surgieron líderes como Martin Luther King Jr., Malcolm X o Rosa Parks, y a su lado estuvieron prominentes músicos que usaron su voz para potenciar la causa en la que creían. El propio Dr. King pensaba que la música conlleva esperanza. En su discurso inaugural para el Festival de Jazz en Berlín de 1964, King dijo:
“Jazz speaks for itself. The blues tell the story of life’s difficulties and, if you think for a moment, you realize that they take the hardest realities of life and put them into music, only to come out with some new hope or sense of triumph. This is triumphant music.” [2]
“El jazz habla por sí mismo. El blues cuenta la historia de las dificultades en la vida y, si lo piensan por un momento, se darán cuenta de que toman las realidades más difíciles y las convierten en música, solo para surgir con una nueva esperanza o sensación de triunfo. Esta es música triunfante.” [mi traducción]
Así como las canciones en los campos ayudaron a las personas esclavizadas a sobrellevar y resistir sus terribles condiciones de vida, a mediados del nuevo siglo la música tuvo una vez más el poder de motivar y mantener unida a una comunidad en su ardua lucha por la igualdad y el trato humano.
La afamadísima Nina Simone sabía lo que era el racismo de primera mano. El prestigioso Instituto de Música Curtis, en Philadelphia, donde ella anhelaba estudiar, la había rechazado a pesar de su talento, simplemente por el color de su piel. Simone entonces comenzó su carrera musical en clubes nocturnos, pero en 1963, un ataque terrorista ejecutado por extremistas blancos en Birmingham, Alabama, en el que murieron cuatro niñas, fue el catalizador que la impulsó a hacer activismo con su música. Como una alternativa a la violencia, Simone tomó su enojo y frustración para escribir letras sinceras y acordes contundentes. Así nació “Mississippi Goddam”, una de sus canciones más famosas:
Oh but this whole country is full of lies / You’re all gonna die and die like flies / I don’t trust you anymore
Oh, pero todo este país está lleno de mentiras / Todos ustedes van a morir como moscas / Ya no confío en ustedes
A Simone se sumaron otras figuras importantes de la música, como Sam Cooke, Larry Goldings o Joan Baez, quien guio a un grupo de 300,000 personas mientras cantaban “We Shall Overcome” durante la Marcha en Washington de 1963 (célebre también porque fue el día en que Martin Luther King Jr. recitó su famoso discurso de “I have a dream”). “We shall overcome” se convirtió en el himno de facto del movimiento durante la década de los 60. De hecho, esta canción ya había abanderado una protesta similar unos veinte años atrás, cuando Lucille Simmons encabezó a un grupo de trabajadores tabacaleros durante la huelga de 1945, en la ciudad de Charleston, en Carolina del Sur. En 1965, el presidente de Estados Unidos, Lyndon B. Johnson, usó esas mismas tres palabras en su discurso tras el “domingo sangriento” que dejó la marcha pacífica de Selma a Montgomery, en Alabama.
Oh, deep in my heart / I do believe / We shall overcome, some day.
Oh, en el fondo de mi corazón / Realmente creo / que algún día venceremos.
Tan sólo cuatro días antes de ser asesinado, en su último discurso, King recitó parte de aquella canción.
El racismo en Estados Unidos y en el mundo está lejos de ser erradicado. Eso es una realidad. Este problema sistemático únicamente puede eliminarse por medio de una reestructuración profunda y radical. Es posible que la música por sí sola no tenga la capacidad de generar dicho cambio, pero eso no detuvo ni detendrá a los miles de artistas negros que continúan luchando desde su trinchera musical. Además, la música cumple un papel importantísimo en el proceso de resistencia: el acompañamiento, muchas veces pasado por alto. La rebelión, el activismo y la constante violencia desgastan, naturalmente, así que no hay nada de malo en refugiarse de vez en cuando para recobrar fuerza. La música ha sido ese manto para las incansables personas que continúan aquella historia que comenzó —injustamente— en los campos de algodón. Los gritos y los cantos orgullosamente negros perduran y trascienden en las voces de Prince, Marvin Gaye, Stevie Wonder, Tina Turner, Aretha Franklin, Ella Fitzgerald y tantos miles y miles de luchadores que no paran ni pararán de cantar.
[1] Volgsten, Ulrik. "The roots of music: Emotional expression, dialogue and affect attunement in the psychogenesis of music”. Musicae Scientiae, 2012, pp. 200-216.
[2] https://jazzineurope.mfmmedia.nl/2019/01/martin-luther-king-at-the-berlin-jazz-fest-in-1964/
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