Quizá no recuerdes dónde te encontrabas, o qué estabas haciendo, o cuál ovni traías puesto (o tal vez sí) cuando escuchaste el primer sencillo del más reciente álbum de Deafheaven, pero creo poder decir con certeza que al terminar los seis minutos exactos de “Great Mass of Color” cada seguidor de la banda californiana dijo algo así como “Vaya, eso fue inesperado”. Desde su inicio hace más de una década, el quinteto fundado y liderado por George Clarke (voz) y Kerry McCoy (guitarra) desafió los límites del black metal al armarse con los colores y las texturas del shoegaze, en una combinación denominada blackgaze. Pero con “Great Mass of Color”, Deafheaven parecía indicar que habían cambiado el rumbo de su trayectoria al invertir los papeles de esos géneros en su labor musical: en lugar de una canción de black metal con sabor a shoegaze, teníamos en nuestros oídos una canción de shoegaze con un toque de black metal. El cambio fue repentino pero bien recibido, y dos sencillos más (“The Gnashing” e “In Blur”) confirmaron que no se trataba de una excepción de cara al lanzamiento del álbum: íbamos encaminados hacia un disco de Deafheaven completamente distinto a todos sus predecesores. Desafortunadamente, el día del estreno quedó claro que ése no era el único aspecto en el que Infinite Granite sería excepcional dentro del catálogo de la banda: se trataría de un álbum dolorosamente deslavado, una circonita colada en una tanda de diamantes.
A pesar de esto, Infinite Granite comienza de forma espectacular. “Shellstar”, la primera pista, es quizás el ejemplar mejor ejecutado del nuevo sonido de la banda: guitarras brillantes jugueteando encima de una línea de bajo y batería que las anclan, impidiendo que se disuelvan en el aire; los coros y el outro potentes se yerguen como contraparte de las secciones etéreas de los versos; y la voz de Clarke, que se posiciona por primera vez al centro del escenario, acompañado por las vocalizaciones de sus compañeros de banda en el fondo, luce como un coro de ángeles (o quizá sólo de santos [o quizá quizá, sólo de hombres mortales]). A esta brillante canción le sigue “In Blur”, el tercer sencillo del álbum, cuyas secciones inicial y final son de los momentos más hermosos de todo Infinite Granite (y el resto de la canción no deja mucho que desear). Finalmente, el trío inicial de canciones lo completa la ya mencionada “Great Mass of Color”. Es ahí en adelante salen a la luz las flaquezas del álbum. El interludio instrumental “Neptune Raining Diamonds” ofrece un paisaje sonoro onírico placentero que nunca culmina. Luego llega “Lament for Wasps”, una pista de 7 minutos que por sí sola es una experiencia placentera, pero al considerarla dentro de la totalidad del álbum deja en claro el problema principal que afecta a Infinite Granite: es penosamente monótono. A lo largo de sus 54 minutos de duración, el ritmo de la música, su cadencia y su intensidad permanecen prácticamente en el mismo lugar; llega un punto en que todo se siente como una misma plasta de sonido, cuyos colores bonitos incrustados en la superficie no brillan suficientemente fuerte como para sacarte del sopor.
A mi parecer, la razón de esta monotonía abrumadora fue el cambio estilístico que realizó la banda. En sus lanzamientos previos, el contraste entre los momentos sonoramente apabullantes anclados en el black metal y las secciones sublimes de entrelazamiento instrumental creaban un sentimiento final de catarsis que ninguna banda había logrado al experimentar con los mismos elementos. Al abandonar esa dinámica, Deafheaven perdió un elemento casi mágico de su música; el fracaso de Infinite Granite yace en la inhabilidad de la banda de potenciar los momentos hermosos a los que decidieron dedicarle toda su atención. Este fracaso se debe, en gran medida, a la decisión de Clarke de abandonar casi exclusivamente el gutural en favor de la voz cantada (aunque tiene buena voz y queda bien con el nuevo sonido, su desempeño es aún muy limitado). Ya sea como causa o efecto del cambio estilístico en la voz, las composiciones perdieron mucha fuerza; de entrada, se vieron limitadas por la estructura verso-coro-verso a la que la banda decidió apegarse por primera vez. En general, la banda no supo explotar las posibilidades de su nueva propuesta musical, y terminó entregando uno de los álbumes menos interesantes de su carrera.
Infinite Granite es un tropiezo desafortunado en la hasta entonces inmaculada carrera de Deafheaven. La decisión empedernida de la banda por abandonar el elemento black metal de su música y enfocarse en el sublime potencial del shoegaze deja mucho que desear: de forma realmente decepcionante, ninguna de las composiciones de este álbum logra crear un efecto remotamente cercano al éxtasis del que sabemos capaz a la agrupación. Si con lanzamientos anteriores como Sunbather y New Bermuda (2015), las alas de este Ícaro estaban a punto de derretirse por su cercanía con el sol, Infinite Granite vuela demasiado bajo y cae al mar, dejando unas alas humedecidas al punto de ser inútiles.
Canciones favoritas: “Shellstar”, “Villain”
Menos preferidas: “Neptune Raining Diamonds”, “The Gnashing”, “Other Language”
* Disclaimer: la calificación de ésta, así como la de todas nuestras reseñas, está en una escala del 1 al 7
Commentaires