“Morí, pero sobreviví”. Siento una fuerte emoción al utilizar una frase tan épica y memorable para describir la trayectoria del pop punk.
Si bien soy hijo de los 90 (nací en 1997), siempre he sentido una envidia particular hacia quienes nacieron a principios de la década. El vivir la adolescencia en la primera década del siglo XXI es una de las cosas que más me hubiera gustado en esta vida: haber experimentado el surgimiento, el auge y la caída de la versión más exitosa del pop punk en carne propia, todo en el transcurso de diez años. Qué cosa tan impresionante.
Historia del pop punk
El pop punk, como existió durante esa década fatídica, es el resultado de unas tres décadas de combinaciones y transmutaciones dentro del punk y varias de sus vertientes (por ejemplo, el emo). La sola idea de pensar que el punk, al ser algo tan crudo, tan antisistema, tan revolucionario, se fusione con el pop —género comercial por excelencia—, resulta inconcebible. Sin embargo, funcionó por diez años, tal vez mejor que ningún otro género en el mercado.
Green Day, blink-182, Sum 41, Simple Plan, Yellowcard, All Time Low, The All-American Rejects, Paramore, Fall Out Boy, son sólo algunos de los nombres más célebres de las bandas que reinaron en esa época. Agrupaciones que oscilaban entre canciones pop hechas explícitamente para sonar en la radio una y otra vez, y canciones crudas, dolidas, cuyo propósito siempre fue ser escuchadas con audífonos a todo volumen mientras lloras sin control en tu cuarto a las 3 de la mañana.
La adolescencia, que a mí me tocó en la década de 2010, no tiene mejor soundtrack que ese tipo de canciones. Esa constante sensación de ser insuficiente, de que el amor no es para ti, de que nadie te comprende, de que el mundo tiene un plan especial para todos sus habitantes pero tú fuiste el único individuo olvidado. Es increíble cómo el pop punk se presta como medio para expresar esos sentimientos mejor que cualquier otro.
El periodo de crisis
No obstante, llegaron los 2010 y, con ellos, el boom de otros géneros. Los géneros urbanos producidos en latinoamérica salieron del underground y rompieron por completo las barreras de idioma, asentándose en los mercados de habla inglesa; por su parte, los siempre populares R&B y hip hop continuaron creciendo en popularidad de forma potentísima. Es por esto que, en general, el cambio de década implicó la disminución en el consumo de la música con guitarras.
Las bandas de pop punk se encontraban en una encrucijada con tres opciones por considerar: 1) adoptar el pop como su nuevo hogar y salir adelante con la espalda llena de cuchillos junto con la leyenda de “vendidos”; 2) enfocarse en los aspectos musicales más pesados, heredados del punk, y convertirse en bandas de post-hardcore o hard rock, apelando a un público menor pero constante; 3) mantenerse fieles a su destino, no abandonar el camino del pop punk pero hacerlo a cambio de menores recompensas. Y así pasaron diez años.
La influencia de Tik Tok
De pronto llegó TikTok, la plataforma que revolucionó al mundo, que influyó en el cine, la televisión, los deportes, la gastronomía y, por supuesto, la música. Los sencillos ya no se mueven como antes, el consumo de la música cambió de forma drástica de nuevo. A pesar de su impacto global, pareciera que, desde la llegada de TikTok,
el mundo de la música popular se redujo a tres géneros: pop, reggaetón y emo.
Es en este último en el que me quiero enfocar, porque en el emo de ahora encontramos muchas de las características emocionales que transmitía el pop punk. Así que por más que a la gente millennial le encante decir que no se parece en nada a la generación Z, en esencia son lo mismo. Las adolescencias de ambas generaciones se reducen a tres estados de ánimo: felicidad, tristeza y calentura, todas representadas por la tríada de géneros dominantes del momento; cambie usted reggaetón por hip hop, emo por pop punk, y estamos en el 2009. El pop punk estaba listo para retomar su corona, porque quienes son adolescentes en 2021 odian tanto la vida y a la gente como quienes fueron adolescentes una década antes.
Sin embargo, todas las bandas que marcaron mi adolescencia y la de mis contemporáneos pop-punkeros ya son consideradas clásicas. La gente más atrevida incluso se atreve a catalogarlas como formas del “dad rock”. Frente a esto, se necesitaba una nueva generación que tomara las riendas; las emociones estaban ahí, pero faltaba quien ondeara las banderas del movimiento emo. Y como de película, entre el humo que dejó la crisis global, surgieron las guerreras que traerían de vuelta el género a su máxima gloria.
La cruzada femenina
Estas guerreras son Olivia Rodrigo, Avril Lavigne, WILLOW y Halsey.
Me gusta pensar que, como las Tortugas Ninja, ellas son cuatro combatientes llenas de fuerza y ganas de salvar el mundo musical, cuyo mentor anciano pero sabio, Travis Barker, las va guiando hacia su destino, que es el de dominar los tops musicales y volver a mostrar a la gente que el punk, el rock, el pop, y todas sus posibles combinaciones, serán los géneros que dominen la década de los 2020. Fueron ellas quienes, espontánea e inesperadamente, resucitaron a un género que se creía muerto. Dado el enorme impacto que aquellas músicas han tenido este año, es inevitable pensar que resurgirá la dominación del pop punk. Lo que me parece particularmente increíble y esperanzador es que esta nueva ola sea liderada por mujeres, después de que la escena de los 2000 estuviera acaparada por hombres, a tal grado que la presencia de Hayley Williams se sintiera como un desafío al orden establecido a pesar de su éxito (tanto con Paramore como en su proyecto solista). Ahora el género es protagonizado por voces femeninas, que cargan consigo el cambio y la esperanza que lxs fanáticxs del género tanto anhelaban.
Y es que los números hablan por sí solos. Lo de Olivia Rodrigo es espeluznante: ¿cómo es que el debut de una artista puede llegar a ser tan exitoso en tan poco tiempo? Lo de Halsey, es inspirador: cómo abandonó su zona de confort y se aventuró a crear un disco tan distinto a lo que había hecho antes, un álbum crudo y violento como lo es If I Can’t Have Love, I Want Power, que sin duda es uno de los mejores de todo el año. Lo de WILLOW, es energizante: una artista más que altera el estilo de su arte para demostrar que es la juventud la que debe emitir los gritos de ira, de cambio y de inconformidad. Finalmente, tenemos a Avril Lavigne, quien demostró que, si eres una gigante en un género tan poderoso puedes desaparecer por años, incluso décadas, y no importaría: tu regreso sería triunfal y explosivo porque el pop punk nunca morirá en los corazones de sus fanáticos.
Es más, el pop punk nunca morirá, porque siempre podrá encontrar nuevos corazones en los cuales asentarse; corazones desconsolados, cansados de ser ignorados o heridos, corazones que buscan el refugio y el acompañamiento que ofrece este increíble género que se rehúsa a darse por vencido.
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